sábado, 29 de noviembre de 2014

SÓLO PERCIBIMOS UN 1% DE LA REALIDAD

 
 
 
En la vida hay quienes deciden "ver para creer" y otros, que preferimos "creer para ver".
 
Pienso que puedes estar enfrente de lo que buscas y si no crees no vas a poder ver nunca.
 
Dicen que los indios no vieron las naves de Colón cuando estas se acercaban porque eran tan diferentes a lo que conocían, que no podían verlas. No tenían conocimiento alguno en su cerebro de que existieran carabelas. 
 
¿Sabías que sólo percibimos un 1% de la realidad?

Además interpretamos la realidad porque visionamos mediante los filtros de las creencias que hemos adquirido...

Cuando algo no es acorde con esas creencias nos vienen a la mente "imposible", "no se puede"...en vez de enfocarnos en "como puedo"...
 
Rafa Alvero me contó la siguiente historia que puede ilustrar todo esto...
 
"En el lejano oriente, un prisionero escuchaba, en presencia del sultán, la lectura de la sentencia en la que se le condenaba a morir decapitado. Cuando estaba a punto de ser sacado de la sala rumbo al lugar de ejecución, le dijo al sultán:
 
- Es un terrible error el que vas a cometer, porque al matarme y acabar con mi vida, que es lo de menos, estarás acabando también con el único hombre capaz de enseñar a hablar a los caballos, vieja habilidad ancestral que se ha ido transmitiendo de generación en generación desde mis antepasados hasta mí, y ahora, con mi muerte, se perderá para siempre.
 
-Vaya, vaya – Dijo el sultán – conque tú eres capaz de enseñar a hablar a los caballos. ¡Guardias! ¡Traigan mi caballo de inmediato para que este hombre le enseñe a hablar…!
 
-Perdón, - Intervino el reo – mi talento no funciona así. El arte de enseñar a hablar caballos es uno de los más difíciles de cuantos ha explorado el hombre y que, una vez logrado, te permitirá el placer de tener con quién conversar cuando cabalgues solitario por los desiertos; y podrás también entrenar a tus soldados para que, antes de la batalla, afinen con sus caballos la estrategia de combate. Pero eso no se logra de un día para otro. Hacer que tu caballo hable me tomará no menos de dos años…
 
- Dos años… – Repitió el sultán luego de pensar un rato – está bien. Se suspende la ejecución por dos años. Lleven a este hombre a mi establo.
Así, el prisionero se retiró de la presencia del sultán, rumbo al establo. En el camino, el guardia que lo conducía le dijo:
 
- Lograste engañar al sultán porque es muy anciano, pero a mí no me engañas. Eres un impostor, nadie puede hacer que los caballos hablen. Y cuando estos dos años pasen, peor será tu suerte, porque al saberse estafado, la ira del sultán será incontenible y entonces igualmente te matará, pero te hará pasar antes por los más despiadados tormentos.
A lo cual el preso respondió:
 
-En dos años pueden pasar muchas cosas: Puede que el caballo muera y necesite otros dos años más, puede que el sultán muera y que mi condena desaparezca con él, puede que yo mismo muera de forma natural, librándome de tal macabro final y…
 
...¡hasta puede que hable el caballo!
 
Francisco Samblás

martes, 18 de noviembre de 2014

REINVENTARSE




El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión.


A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. Volar se hace ya tan difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durara 150 días.

Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo.
Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas.

Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más.

Reinventarse no quiere decir convertirse en alguien distinto a quien se es, sino sacar a flote nuestro verdadero ser.



Francisco Samblás