Llamé a la puerta de mi
amada.
-
¿Quién es? –pregunto ella.
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Soy yo – respondí.
-
Entonces márchate. En esta casa no
cabemos tú y yo.
Me fui bastante
desanimado. Aun así, medite durante meses aquellas palabras de mi amada y
aprendí a estar conmigo mismo y a ejercitarme en el Ser.
Al año volví a casa de
mi amada. Llamé a la puerta.
-
¿Quién es? – pregunto ella
-
Soy tú –respondí
La puerta se abrió inmediatamente.