Luisa llevaba más o menos un año enfermando de forma continuada y no terminaba de recuperarse. Una amiga le recomendó que acudiera a un médico que conocía.
- Cuéntame – dijo el doctor.
- Me encuentro fatal. Llevo bastante tiempo enlazando enfermedades.
- Muy bien, te voy a hacer 4 preguntas y antes de responderme, me gustaría que las pensarás y reflexionarás sobre ellas– comentó el médico.
- 1ª ¿Cuándo dejaste de bailar?
2ª ¿Cuándo dejaste de cantar?
3ª ¿Cuándo dejaste de sentirte fascinada por las historias?
Y 4ª ¿Cuándo dejaste de sentirte cómoda en el dulce territorio del silencio?
Pienso que tendríamos que cuestionarnos estas preguntas más a menudo. Todas las personas vivimos con un saboteador, posiblemente, desde que tenemos uso de razón que es muy poco comprensivo y muy crítico.
En un experimento bastante inquietante, unos investigadores pidieron a un grupo de personas que se quedaran a solas con sus pensamientos durante 15 minutos.
Al acabar los 15 minutos, les dieron dos opciones volverse a quedar otros 15 minutos a solas con sus propios pensamientos o recibir una descarga eléctrica. Lo más impactante fue que el 67% de los hombres y el 25% de las mujeres eligieron la administración de las descargas eléctricas. Muchas personas prefieren una descarga eléctrica a estar en el “dulce territorio del silencio”.
¿Quién es tu saboteador?
Es un personaje en el que metimos todas nuestras vergüenzas, miedos, inseguridades y ansiedades. Con él tiempo se ha ido más fuerte y ha tomado el mando. Tiene un objetivo, quiere protegerte del dolor y sufrimiento.
¿Cómo lo consigue?
Haciendo que te quedes en tu zona de confort para que no sufras daño alguno.
¿Qué podemos hacer?
Cuando oigas la voz del saboteador que te dice “no puedes”, “no saldrá bien”, responde “tranquilo, yo me ocupo de esto, puedo ir aprendiendo, he podido con muchas cosas en mi vida”.
La clave es tomar el mando y responsabilidad de nuestra vida. Empezando a ser más conscientes de nuestro dialogo interno.