Un niño que ha construido un gran castillo de arena en la playa, contempla admirado su gran obra de arte, y un instante después ve como se derrumba por un fuerte aguacero.
El niño, mientras
observa perplejo el lugar llano donde antes se erguía su obra de arte, se dice
a sí mismo: “Se que aquí hay una lección…pero no se cual es”.
El potencial cerebral que tienes es bastante desconocido. Es
imposible prever cuánto puedes lograr con años de entrenamiento, pasión y
trabajo duro.
Nuestra actitud mental puede alterar nuestro cerebro y
cambiarlo. Existen estudios que muestran que aquellas personas que creen que lo
que son es lo que le tocó por genética, es decir, que el cerebro es fijo, son
peores para valorar sus habilidades.
Además, estas personas logran convertir una acción en una
identidad. Por ejemplo, fracasaste en algo (acción) y te dices que eres un
fracasado (identidad).
Cuando a estas personas se les mide el nivel de atención en
sus ondas eléctricas mientras realizan un cuestionario complicado y después se
les da el resultado sobre lo que contestaron, solo prestan atención cuando se
les dice si sus preguntas fueron correctas o incorrectas. En cambio, no muestran
atención cuando se les presenta la información que podría ayudarles a aprender
algo nuevo, si contestaron algo mal no les interesa saber la pregunta correcta.
Si este mismo experimento se hace con personas que si creen que pueden
aprender, cambiar o mejorar, las ondas cerebrales que representan los niveles
de atención son tan intensas cuando se les dice si fueron o no correctas las
respuestas como a la hora de escuchar los resultados.
Tus creencias sobre ti
mismo pueden levantar o cerrar la barrera hacia el cambio que puedes pretender
tener.
El mundo no se divide en
fuertes o débiles, ganadores o perdedores, sino en los que aprenden y los que
no aprenden.
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